
Los latinoamericanos migrantes como nunca antes están siendo objeto de una política oligarca y racista. Viven uno de los peores momentos de la historia. La administración del presidente trump ha creado un ambiente de terror y odio contra un grupo determinado, en este caso las personas de color café, en paricular los mexicanos que son la mayoría de esa comunidad en una ciudad como Chicago donde uno de cada 10 habitantes es de origen mexicano.
Resulta que de trabajadores esenciales y de ser los héroes en la pandemia; los trabajadores inmigrantes indocumentados se han convertido según la voz de Donald Trump: ¡En criminales! Desde la caída de las Torres Gemelas se ha desarrollado un lenguaje agresivo, llamando a la comunidad terrorista. En el primer mandato de Trump los llamaba “criminales” y en este segundo mandato los sigue llando igual, pero agregando la frase: “criminales que deben ser deportados masivamente”.
En la presidencia de Barack Obama se alcanzó récord en las deportaciones, pero en el primer gobierno de Trump los niños no acompañados fueron enjaulados ante los hojas del mundo entero. En este gobierno Trump ha decretado acciones que son inconstitucionales y que se debaten en las cortes, tales como tratar de quitar la ciudadanía estadounidense a los hijos de los indocumentados nacidos en estas tierras.
La Constitución de los Estados Unidos es clara en cuanto a la protección de su ciudadanos, determinando la jurisdicción a los aquí nacidos, así como sus derechos constitucionales. Contra México y Canadá, socios comerciales bajo el T-Mec, ha desatado una campaña que consiste en el aumento de aranceles y en el caso de México, culpables de el tráfico de fentanilo por los cárteles mexicanos, a quienes la administración Trump considera “terroristas”, con el mero propósito de intervenir hasta militarmente contra México.
La presidenta de México Claudia Sheinbaum dice que “se está negociando con respeto a la soberanía nacional”, aunque por todo lo que ha pasado, como entrega de los capos y la militarización de la frontera con Estados Unidos, no existe el supuesto llamado de respeto a la soberanía.
- Más bien se trata de una sumisión, con un discurso populista que se oculta entre los entretelones de las imposiciones.