Pasan los días. Y esos días se convierten en semanas. Y cada semana que pasa bajo el gobierno de Donald Trump nos deja la preocupante sensación de que Estados Unidos cada vez se parece más a Venezuela.
Y créanme, no estoy exagerando. Donald Trump cada vez se parece más a Hugo Chávez. Ambos son populistas de tendencia autoritaria que llegaron al poder haciéndole creer a sus votantes que eran personajes ajenos a la política tradicional de ambos países, cada uno en su caso (Venezuela y Estados Unidos).
Ambos llegaron supuestamente para retomar la grandeza de sus naciones con un discurso divisorio y una estrategia sicológica basada en el miedo, las amenazas y el temor. El millonario Trump mostrando como “los enemigos” a los diferentes, y a los menos favorecidos por su situación migratoria en Estados Unidos. “Ellos son los enemigos #1 de la nación”, dice sin tapujos. Y en el otro caso que nos ocupa, el militar Hugo Chávez acrecentando la lucha de clases y ampliando enormemente el abismo entre ricos y pobres. Haciéndole creer a los pobres que “el rico es mi enemigo”.
Ambos, Chávez y Trump, llegaron utilizando aquel populismo rancio que parecía pasado de moda: “somos nosotros contra ellos”. Para nada les importó que con ello polarizaran a la sociedad y a sus familias, poniendo a la xenofobia y al odio entre residentes y extranjeros o a la lucha entre ricos y pobres, por encima de las leyes y algunas instituciones democráticas legalmente constituidas y funcionales por décadas de historia democrática. Un Trump y un Chávez escasos de empatía y tolerancia por quienes piensan distinto. Ambos negados a compartir espacios y lugares con quienes ellos “ven diferentes”.
MÁS SIMILITUDES
Un militar y un millonario que se hicieron políticos para representar, supuestamente, la ideología de aquellos que se sentían ignorados en el panorama político de sus países. Ambos silenciando a los medios de comunicación, desafiando a los jueces e inclusive llevándolos presos arbitrariamente. Un Chávez pasando de la democracia al socialismo y un Trump queriendo convertir la democracia estadounidense en un régimen que confunde el autoritarismo disfrazándolo de política de competitividad. Dos figuras que, cada una en su época y en su espacio, desafiaron la transferencia pacífica del gobierno, inclusive Trump promoviendo un asalto al Capitolio estadounidense, incitando a algunos de sus seguidores el tristemente recordado 6 de enero del 2021.
Un Chávez que llegara como salvador, similar a un Trump que bajo la premisa de que “aquel que salva a su país, no viola ninguna ley” también pretende mostraste como el salvador de Estados Unidos como nación. En otras palabras ¡ambos creyéndose salvadores! Uno que se lo creyó, y otro que se lo cree.
EL PELIGRO…
Para algunos puede parecer exagerado decir que Estados Unidos muestra cada vez querer parecerse más en su forma de gobernar a algunos “líderes” autoritarios que han pasado por América Latina. No se trata de inculcar terror vaticinando que la democracia estadounidense vaya a colapsar de un momento a otro. Pero si vale la pena advertir que el peligro de desestabilización democrática existe, y es inminente. Las instituciones democráticas no deben ser asaltadas. Ese ejemplo debe rechazarlo Estados Unidos, en lugar de seguirlo y mucho menos copiarlo. En la unión americana nunca las instituciones habían sido atacadas tan duramente como lo ha venido haciendo el presidente Donald Trump. No existe ningún precedente en la historia política moderna de Estados Unidos. El Partido Republicano nos acostumbró a estar comprometido a lo largo de la democracia estadounidense con las normas encargadas de regir a una democracia como la nuestra. Pero hoy, tristemente, parece darle cabida sin ninguna muestra de vergüenza a un rampante autoritarismo encarnado en la persona de Donald Trump. Y esta situación es verdaderamente preocupante y peligrosa en una democracia sostenida en solo dos partidos, como ocurre aquí hasta la fecha.
Una verdadera democracia, fortalecida y estable, debe luchar claramente por la protección de las libertades civiles básicas de los seres humanos. Y esto se ve hoy seriamente comprometido. Está en grave peligro con el proceder de Donald Trump. El populismo es claramente perjudicial. Para ambos lados. Llámense izquierda o derecha. El populismo fomenta la aparición de líderes mesiánicos. El populismo concentra el poder en un solo individuo. En personajes detestablemente autoritarios.
Solo nos queda una gran esperanza. Esa fe que cimentamos en una democracia estadounidense que ha pasado duras pruebas y que ha logrado salir adelante en difíciles situaciones del pasado.
- Esperamos que esta vez ¡no sea la excepción!